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viernes, 6 de noviembre de 2015

Entrevista a Delia Giovanola realizada por Leonardo Marcote.

publicado en Refugio de Monos aproximadamente en 2012/2013.

“Siempre mi vida fue un darme y quitarme”
Delia Giovanola es una de las fundadoras de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Pero antes de ser abuela fue Madre de Plaza de Mayo que buscaba a su hijo Jorge Oscar Ogando, desaparecido el 16 de octubre de 1976, junto a su esposa Stella Maris Montesano, embarazada de ocho meses.
Hablar con Delia es conocer la historia de las madres, de las abuelas, de su hijo, de su nuera, de su nieto Martín, nacido en cautiverio y al cual continúa buscando. Y también es conocer la historia de su nieta, Virginia Ogando, quien decidió quitarse la vida el 15 de agosto de 2011. Durante las dos horas que duro la entrevista, una y otra vez el recuerdo de Virginia se hizo presente en su relato.
“Yo empecé a pelearle a la vida a los 37 años”, recuerda. “Pero siempre mi vida fue un darme y quitarme, porque cuando murió mi marido, Jorgito tenía quince años, y ahí quedamos los dos solos; cuando se casa Jorge, nace Virginia, mi nieta, y cuando Virginia tenía tres años, se llevan a sus papás, y me quedo con ella. Y ahora el quince de agosto (2013) van a ser dos años de su muerte. Que ahí me reventó con todo porque realmente nunca me lo hubiera imaginado”.
Se casó con su primer marido, Jorge Ogando en 1946, y el 28 de noviembre de 1947, nació el único hijo de la pareja, Jorge Oscar Ogando, “el hijo deseado, el hijo amado”. Trabajó toda su vida como maestra en escuelas públicas, a ella le gusta definirse como “maestra de alma”.
“Jorgito era bichero, amaba a los animales, juntaba pajaritos, le gustaba andar en bicicleta. Fui muy obsesiva como madre y como madre de Virginia también porque mi función sobre ella fue de mamá. Lo que significó para mi Jorgito es lo mismo que significó Virginia, con todo el amor y la ternura que tuve a uno y a otro”.
“Se los llevaron”
“A los chicos los secuestraron el domingo 16 de octubre de 1976, justo era el día de la madre. Nosotros no teníamos teléfono en casa, pero si tenía que hacer alguna llamada o recibirla lo hacía desde la escuela. El lunes cuando llego recibo un llamado de Liliana Montesano, la hermana melliza de Estela, que me dice, ‘Delia, se los llevaron a los chicos. Se los llevaron encapuchados, quedó Virginia solita durmiendo en la cuna’. Cuando me dijo ‘se los llevaron’ no tenía la más mínima idea que era que ‘se los llevaron’”.
Jorge Oscar Ogando y Stella Maris Montesano, fueron secuestrados de su domicilio de La Plata (calle 12, entre 68 y 69) en la madrugada del 16 de octubre de 1976. Al momento del secuestro, Stella estaba embarazada de ocho meses. Los militares secuestraron a la pareja pero dejaron sola en la casa a Virginia, la hija de ambos, de tres años de edad.
Un día después que recibe la noticia Delia viaja a La Plata para tratar de conseguir información acerca del destino de los chicos. El único dato que obtiene es que el secuestro fue de madrugada. “El vecino que vio algo no se quería meter. Había mucho miedo en la gente. No averigüé nada y me volví a Ballester”. Luego de unos días viaja nuevamente y se trae a Virginia a vivir a su casa.
“Virginia quería, deseaba, que tanto Jorge como Estela, estuvieran metidos en política. Ella quería que se hubieran jugado por un ideal”.
Cuando le preguntamos acerca de la militancia de su hijo, Delia asegura que “no tuvo ningún tipo de participación política”, y también recordó la siguiente anécdota, “Jorgito era empleado del Banco Provincia, y me hablaba por teléfono a la escuela y me decía: ‘Mami compro el diario todos los días para leer en el tren porque Stella se enoja que no entiendo nada de política’. Por eso yo creo que él no tenía actividad política. No te lo puedo asegurar de parte de ella, yo creo que Stella tenía algún conocimiento político, tenía una formación universitaria, había estudiado la carrera de abogacía, y seguramente algún conocimiento tenía. Pero no lo puedo asegurar. De lo que si puedo dar fe es que ellos permitían que en su casa se realicen reuniones políticas. Virginia, deseaba, que tanto Jorge como Estela, estuvieran metidos en política. Ella quería que se hubieran jugado por un ideal”, asegura. “Como lo hubiera querido yo también, porque sino no hay explicación de por qué se los llevaron”.
De Madre a Abuela.
“No sabía a dónde ir”, recuerda cuando ocurrió el secuestro de su hijo. “La madre de un desaparecido, que se llamaba Adela, me viene a buscar a la escuela y me comenta de las reuniones en plaza de mayo. Yo me resistía, porque decía ‘¿A qué vamos a ir a plaza de mayo, quién nos va a ayudar?’. ‘No, pero ahí se reúnen unas madres a las cuales también se les llevaron a sus hijos’. Me trata de convencer ella. Entonces acepté y fuimos a la plaza.
Éramos cuatro o cinco, me acuerdo que estaba sentada en un banco Azucena Villaflor y tenía un cuaderno en donde anotaba el nombre de cada una, el teléfono y la dirección. Y nos quedábamos un ratito charlando con ella y le contábamos el caso nuestro. Ella siempre anotaba. Empezamos a hacer habeas corpus, yo no tenía idea como se hacía uno, me ayudaron y pude presentarlo en tribunales”.
Azucena Villaflor fue la madre fundadora de las Madres de Plaza de Mayo en 1977; fue secuestrada en la localidad de Sarandí el 10 de diciembre de 1977.
“Estábamos todas paradas y charlando en la Plaza, hasta que los soldados nos empiezan a decir ‘no pueden estar paradas, circulen, circulen” y empezamos a circular. Pero éramos ocho o diez madres, al poco tiempo eso estaba colmado, era como cuando empiezan dos o tres hormigas y después se hace un hormiguero, era impresionante”.
Jorge Ogando y Stella Montesano estuvieron secuestrados en el centro de exterminio Pozo de Banfield. En el informe Maternidades Clandestinas, de la filial La Plata de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, se menciona al Pozo de Banfield como la principal maternidad clandestina. Por ese campo de concentración pasaron diecisiete mujeres embarazadas y siete dieron luz allí.
Pedir por la aparición con vida de los hijos y de las hijas no era lo mismo que buscar al bebe de la pareja. Algunas madres sabían que iban a ser abuelas por el avanzado embarazado de sus nueras, otras se enteraron por testimonios de sobrevivientes de los distintos campos de concentración, y otras, como el caso de Estela Carlotto por la exhumación del cadáver de su hija.
“No nos habíamos dado cuenta de que era necesario separarse de madres y pasar a ser abuelas, porque la búsqueda era totalmente distinta. Íbamos a orfanatos, casas cunas, tribunales de menores, teníamos que hacer habeas corpus por los bebés. Al principio éramos seis o siete abuelas, después nos fuimos conociendo en tribunales, en las parroquias, en casas cunas, en cualquier lugar donde hubiera una abuela desorientada. Cuando se forma la institución éramos doce. “Chicha” Mariani fue nuestra primera presidenta”
“Abuelas con nietos nacidos en cautiverio”
“No nos llamábamos Abuelas de Plaza de Mayo, éramos ‘abuelas con nietos nacidos en cautiverio’, ese fue nuestro primer título, y lo primero que hace “chicha” es enviar al mundo un dossier que eran las doce carpetas con los doce casos que habíamos podido encontrar de bebés nacidos en cautiverio, que nosotras pensábamos que éramos las únicas. Esos doce casos se mandaron a todos los organismos de derechos humanos del mundo.
Actualmente 109 personas pudieron recuperar su identidad gracias al trabajo de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Los casos de recuperación de identidad aumentaron del 2003, a la fecha. Hasta el año 2003, habían recuperado su identidad 75 nietos. En los últimos nueve años, 40.
Una vez creado el movimiento decidieron crear algunos códigos para no levantar sospecha: “cacharritos” o “los cuadernos” eran los niños y niñas que buscaban. “Las flores” la confitería Las Violetas. “Las chicas” las madres. “Las viejas” ellas. El “señor blanco”, el papa. “Era necesario manejarnos con esos códigos porque era muy peligroso. Cuando nos reuníamos en las Violetas o en el Café Tortoni fingíamos que festejábamos un cumpleaños, llevábamos paquetitos que representaban a los regalos, era una pantomima para poder reunirnos y planificar las acciones.
En esa época yo tenía un rastrojero y llevaba a algunas atrás, en la caja, adelante iban una o dos conmigo, ahora cuando nos acordamos nos reímos pero en esa época causaba mucho temor. También cuando éramos poquitas nos reuníamos en casa de familias. Virginia era chiquita y “chicha” Mariani le llevaba lapicitos de colores para dibujar y era un poco la nieta que buscábamos, y cuando ocurrió su muerte era como que perdieron una nieta.
Abuelas investigadoras
Al poco tiempo del regreso de la democracia, Delia recibe el dato de un chico que posiblemente podía ser su nieto. “Me ocupé yo misma del caso. En realidad en ese momento las investigaciones las hacíamos nosotras: Sacarle fotos, averiguar a donde iba, qué hacía. Entonces me voy a la casa en donde podía llegar a estar mi nieto. Toco timbre y viene un gordo grasa, así lo describí en ese momento, porque era la realidad, viene en chancletas, haciendo ruido con una camiseta musculosa que le quedaba la panza afuera, pantalón pijama, abre la puerta y me dice. ‘¿Que quiere?’. Me presento y le digo, ‘Yo soy una abuela de plaza de mayo y usted esta criando un nene que puede ser mi nieto’. Así de una se lo dije. ‘Usted no es ninguna abuela, déjese de joder que me duele la barriga’, pegó media vuelta y se fue. Pregunto en un kiosco acerca de ese chico y me dicen a que escuela iba. Entonces voy, me recibe la directora del colegio, le conté la verdad, y entonces pide que se acerque el nene a la dirección. Se me aparece un chiquito que podría ser norteño, pelo oscuro, mucho rulo. Nada que ver a mi nieto. Me miró la directora y yo le hice señas que no. Pero la directora fue más allá y me mostró la partida de nacimiento y/o casualidad era nacido en una casa que no existía la dirección. Vuelvo a abuelas hago un informe de todo lo que pude investigar y ese informe se archivó. Pero se ve que el caso siguió sonando, la denuncia siguió su camino, cuando voy en junio (2011) a declarar en la causa que soy querellante en Comodoro PY, la institución Abuelas de La Plata, me citan a contar la historia de mi vida, y me preguntan si investigué algún caso. Entonces les cuento el mismo que te estoy relatando a vos, y ellos se sorprenden y me dicen ‘ese es el caso de Tasca’. ‘Ese chico es nuestro, lo recuperamos’, eso fue en junio de 2011, vivía Virginia. Cuándo ella fallece ese chico viene a darme el pésame y me dice quien era y yo lo recibo como su abuela. Fue un encuentro hermoso”.
Sebastián Casado Tasca, fue apropiado a poco de nacer. Recuperó su identidad en 2006.
“La suerte de las embarazadas estaba sellada desde el momento en que las hacían desaparecer”
“Una vez fuimos al ministerio de Marina a hablar con tres marinos para ver que nos decían de los bebés nacidos en la ESMA. Y horrorizado, un militar de apellido Pitta, me dice, ‘Como vamos a hacer eso, usted que piensa que somos nosotros’. En otra oportunidad fuimos a entrevistar a Roberto Cooke, director en aquel momento del Buenos Aires Heráld, el único diario que nos apoyó. Siempre íbamos de a dos o de a tres abuelas, nunca solas. Recuerdo que Cooke nos dijo que ‘le constaba que en los ministerios de marina, ejército y náutica había listas de aspirantes a los bebés nacidos en cautiverio’, porque la suerte de las embarazadas estaba sellada desde el momento en que las hacían desaparecer, ya esa mujer no regresaba nunca. Por ende el marido tampoco porque no podían liberar al marido si la mujer había parido en cautiverio y a ella no la iban a liberar porque había tenido su hijo. Su desaparición estaba sellada. Lo cité en todos los juicios y luego Cooke lo confirmó siempre
“Virginia me regaló 35 años de su vida”
“Duele su ausencia, pero el dolor cede cuando miro a la abuela a los ojos y, al hacerlo, me envuelve su ternura y veo en sus pupilas sus sonrisas y en ellas me veo y, por ese milagro del amor, te presiento y te siento.”
Estas palabras le dedicó Virginia Ogando a su hermano, en mayo de 2010, desde su blog creado para difundir su historia y para buscar a Martín, que por datos aportados por sobrevivientes del Centro de Exterminio Pozo de Banfield, el bebe nació los primeros días de diciembre de 1976. Delia piensa que puede haber una confusión en la fecha del parto de Stella Maris, ya que cuando la secuestran en octubre del 76, estaba embarazada de ocho meses. Lo importante es que Martín Ogando nació en cautiverio y estuvo por unos días junto a su madre en la celda.
“Trato de no quebrarme cuando recuerdo a Virginia. Yo le respondo a todo aquel que me dice, ‘de donde saco fuerzas para seguir’, le respondo que ‘Virginia me regaló 35 años de su vida’. Y la recuerdo con amor, la recuerdo con cariño, la recuerdo con alegría. Contaba conmigo incondicionalmente para todo y yo contaba con ella.
No me hace mal el recuerdo de Virginia, me hace mal el recuerdo de la caída que no la vi, pero me la imagino. Y de noche, cuando me desvelo, la veo cayendo. Viví cuarenta años en ese departamento de Mar del Plata, en el piso 20, y entonces de pensarlo nomás… Es duro” (piensa y hace silencio unos segundos) “Pero bueno, yo también soy dura y a pesar de todo vivo y me río, y siempre tengo una salida oportuna para romper el hielo o el momento bravo”.
A Delia le gusta hablar de todos los temas que tengan que ver con su lucha. Cuando le preguntamos acerca de los casos de nietos que no quieren volver con sus familias legítimas, sino que prefieren quedarse con sus apropiadores, comenta que “es muy doloroso”, pero que “por suerte son pocos casos”, y también nos recuerda que, “la identidad es obligación. Es por ley. Como va a ser una persona que no es. Por ley tiene que recuperar su identidad. Ahora, si después quieren seguir viviendo con los que los apropiaron, son dueños de hacer con sus vidas lo que ellos quieran. Abuelas no los obliga a nada. Pero lo cierto es que después solitos vienen. Al principio se resisten con todo, pero cuando empiezan a conocer la historia y a aceptar que mataban a las madres una vez que parían, que las mataban para regalarlo a él o a ella, en caso de que sea una nieta. Cuando sienten eso, cambia la historia y se acercan”.
El 5 de julio de 2012, el tribunal oral Federal 6, dio por probado el plan sistemático de robo de bebés durante la última dictadura cívico-militar y condenó a nueve represores por el plan de apropiación de menores.
Delia cuenta que la noticia la recibieron “Con alegría”, pero también manifiesta un sabor amargo porque “no fue como lo hubiéramos deseado nosotros. En estos 36 años murieron muchos militares, se nos han escapado de las manos muchos nietos, porque mi nieto en algún lado está y se nos hace inalcanzable por el tiempo que transcurrió”.
La desaparición Forzada.
Las psicólogas Diana Kordon y Lucila Edelman, reflexionan en uno de sus artículos, Presencia- ausencia del desaparecido, que “La desaparición es una categoría que implica una presencia-ausencia que se mantiene a lo largo del tiempo, a pesar del conocimiento racional de la muerte de los desaparecidos” y que también, “durante los primeros años de la dictadura la desaparición de personas iba acompañada de una expectativa de retorno, ya que resultaba inimaginable que alguien que estuviera detenido, desapareciera”.
Esa “expectativa del retorno” estuvo presente en Delia durante mucho tiempo. “Es una agonía de años”, cuenta. “Porque cuando hace frío pensás si están abrigados y cuando es verano pensás si están pasando calor, y las noches son interminables. El día es más llevadero pero las noches son muy duras”.
“Nunca pensé que iba a ser definitivo. Al principio pensé que lo devolvían y que aparecía. Yo me acuerdo que nos íbamos con Virginia a Mar del Plata en verano y dejaba anotado como localizarme. Dejaba los lugares y los teléfonos en donde podían ubicarme.
Nunca pensamos que iba a ser una cosa definitiva, porque tampoco ellos (los militares) se hacían responsables. Nos decían, ‘de donde sacaron que se los llevó el estado, están paseando por Europa’, eso nos respondían. La desaparición es una figura que no existió nunca en el mundo. Fue inédito. Lo inventaron los militares argentinos”.
También asegura que los restos de Jorge y Stella están enterrados en la estancia La Armonía, perteneciente al Regimiento 7 de La Plata. “Cuando se forma la CONADEP me citan porque habían recibido un anónimo en donde decía el nombre y apellido de Jorge y de Stella, número de libreta de enrolamiento y libreta cívica, y que estaban enterrados en La Armonía”.
Al finalizar la entrevista Delia Giovanola observa una fotografía de su hijo, y nos dice. “No lo imagino cómo sería ahora, con sesenta años largos, me resulta imposible imaginarlo. Para mí se congeló la imagen de Jorgito, será siempre joven”.