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miércoles, 8 de febrero de 2012

Entrevista a María del Rosario Cerruti realizada por P.M.Giacobbe

publicada en la refugio de Monos a principios del 2009.

El 10 de mayo de 1976, a eso de las siete de la tarde, una patota de tareas se metió en una casa familiar de Vicente López. A esa hora, en la vivienda solo había una mujer.

Un vecino, alertado por el despliegue de hombres armados, confundió la escena con un asalto y cruzó la calle. Tocó el timbre y se asomó esa misma mujer, que lo hizo pasar. Al entrar, el vecino descubrió que la dueña de casa estaba encañonada.
Lo abrazó y, llorando, le dijo: “vienen a buscar a Fernando”.
El jefe de la patota los hizo sentar en el living, mientras sus hombres daban vuelta la casa. El vecino tenía la costumbre de andar armado y esta vez no era una excepción.

Llegó el hijo más chico de la mujer. Lo palparon. Después llegó el marido, también lo palparon. Se hicieron las once de la noche. El vecino le dijo al jefe del operativo que su mujer y sus chicos seguramente estarían desesperados.
- Bueno, vaya.- le otorgó el militar y lo dejaron salir sin palparlo. El vecino tuvo suerte.

Fernando había salido de la Facultad a las diez de la noche y se volvió caminado con un amigo. Desde Córdoba y Junín hasta Maipú e Irigoyen. A eso de las doce se tomó el colectivo y se bajó en la esquina de su casa.
En ese momento, algunos de los hombres del operativo estaban comiendo en la cocina y otros estaban adentro de los autos, en cada esquina de la cuadra, con dos chicos que conocían a Fernando, para que lo señalen. Cuando lo vieron venir avisaron por walkie talkie.
El jefe del operativo se pone atrás de la puerta y le dice a la mujer que le diga a su hijo que no se mueva porque sino lo mata.

“Le digo: no tengas miedo, Fernando, no te va a pasar nada. Bueno, no le pegaron, ya habían tirado todo, ¿no? El que se puso atrás de la puerta era el más educado, los otros eran canas brutos, brutos, bien repugnantes. Cuando se van, el más chico le da el gamulán a Fernando. Le hacen sacar el reloj y los cordones. Entonces, uno de la cocina va al cuarto y de uno de los cajones saca cien dólares, que ya los había visto antes. Y el militar este, yo le digo el militar, le dice “déjelos, que esos son del deportista.” Se llevaron libros.

A Fernando no lo esposaron ni nada. Mi marido se va con él hasta la puerta y le da un ataque como de locura, empieza a golpear la pared.
- ¿Por qué? ¿por qué?
Y le dice el militar: “vamos, petiso, no se ponga así, mañana va al comando uno de Palermo y lo saca, son perejiles, pibes.”
Están preparados para todo, para mentir, pero nada de frente. Nunca más lo vi. Treinta y dos años ya.”


MARIA DEL ROSARIO CERRUTI,
la madre de Fernando, esa noche se quedó despierta haciendo el identikit de los tipos que habían estado en su casa, y a las ocho de la mañana se presentó en la fábrica donde trabajaba su hijo para que no lo echen. Y de ahí al Comando Uno de Palermo, en donde se encontrará con dos Madres, Beatriz Neuhaus y Rosa Contreras. Las tres serán inseparables.

Luego buscarán a sus hijos por comisarías, cuarteles, Ministerios, hospicios, morgues y cárceles. En esa búsqueda conocerá a otras mujeres en la misma situación. “Nos conocimos en los lugares mas increíbles.”
Es testigo, como Madre, de cómo se organizaron las Madres y también de cómo secuestraron al grupo de la Santa Cruz. Haciendo memoria repite que ha vivido muchas cosas y que esta viva de casualidad.

En la búsqueda de sus seres queridos escuchaban siempre lo mismo de distintas bocas oficiales. “Decían que no había venido la lista de detenidos. “Hay muchos detenidos, pero no tenemos la lista, la semana que viene”. Y volvíamos todas las semanas, pero hay madres que se iban a la Iglesia de la Marina, haber si el capellán de la marina les daba alguna explicación, yo no iba ahí. (María del Rosario es hija de “Gallegos Republicanos” y no comulga con la Iglesia) Muchas madres iban y se dieron cuenta que este cura, Graselli, les sacaba información. De mentira verdad les sacaba, todavía mas información de la que tenía. Delante de algunas madres le dio la noticia a Marcos Zucker de que su hijo estaba muerto. Mirá como sabía el turro.”

Ese es uno de esos lugares increíbles donde se van encontrando y es ahí donde un buen día, Azucena Villaflor afirma que adonde hay que ir es a la Plaza de Mayo. La primera reunión en la Plaza es un sábado. Eran 14, María del Rosario no va. Pero se resuelve hacer una carta para entregársela a Videla e ir una vez por semana. “Entonces viene María Ponce y me dice hay que preparar una carta, que vamos a ir el viernes, porque hay que ir a la hora de los bancos. El viernes siguiente me voy con el borrador, lo leí, lo aprobaron, “el viernes que viene traemos la carta y la firmamos todas antes de entrar.” Éramos un montoncito. Entonces una, que se llamaba Penellas, dice “el viernes no, que es día de brujas, vengamos el jueves.”

Entonces vamos el jueves, a las tres de la tarde. Firmamos la carta y vamos al Ministerio del Interior y la entregamos. Nos atienden muy bien, en la mesa de entradas, nos dicen “la semana que viene vengan a buscar la respuesta.”
Y así fue unas cuantas semanitas, no me acuerdo cuantas, hasta que nos recibe Arguindeguy.
El subsecretario del interior que nos atendido nos dice: hoy les voy a hacer hablar con Arguindeguy.
“No, nosotros queremos hablar con Videla.”
“No, imposible, imposible.”
Y nos atiende Arguindeguy, así de sopetón, un día que vamos a preguntar.
Estuvimos una hora y pico. Estaba Azucena, Beatriz Neuhaus y yo. Le dijimos de todo. Azucena le dijo “de la plaza no nos vamos a ir hasta que no nos digan donde están nuestros hijos”, y dice el hijo de puta ese “señora, ustedes no se pueden quedar acá, hay estado de sitio, no pueden violar la ley.”

- Como no vamos a violar la ley si la violan ustedes. Ustedes están matando gente. Franco, un dictador y asesino, mata a la gente con garrote vil pero firma las sentencias de muerte ¿sabe?, ustedes no. Ustedes mienten.
- No, señora, no diga eso, mire la agenda que tengo de hijos de mis amigos, toda llena de nombres… y después unas chicas que fueron a Méjico, están ejerciendo la prostitución en Méjico, dicen que están desaparecidas, usted no lo va a creer…
- De la plaza no nos vamos a ir.- le dijo Azucena.

Cuando salimos había sesenta madres, eso me acuerdo, sí, porque las contamos.
- Aquí volvemos el jueves.
Entonces nos sentábamos en los bancos. Mirando para todos lados haber si pasaba algo. Entonces empezaron a darse cuenta, adentro de la casa de gobierno decían: “ahí están las locas.” Eso nos contaba el periodista Frances Bousquet” (Autor del Primer Libro acerca de las Madres, “Las locas de la Plaza de Mayo”)

Las madres se reunían en grupitos de a dos o tres, sentadas en los bancos o paradas, charlando. “Entonces empezaron a venir a sacarnos:
- ¡Señoras, circulen, circulen, que hay estado de sitio.! ¡Vamos caminen! ¡Caminen¡

Y ahí salió la marcha. Empezamos a caminar de a dos.
- ¡De a dos tienen que caminar!
Entonces todas de a dos, pero en fila, como en la escuela. Y por afuera de la plaza. Pero éramos pocas, no se veía. Nos íbamos contando adonde teníamos que ir porque recorríamos cárceles, hospicios, morgues, de todo. Entonces un día empezamos a marchar alrededor del monumento a Belgrano. Ahí fue donde nos conocieron más los periodistas que venían del exterior. Y cuando se armó el mundial de fútbol había más periodistas en la plaza que en la cancha de River.”

LAS IGLESIAS
“Nosotras íbamos a la Plaza el Jueves y era media hora nomás. Salíamos corriendo porque nos perseguían. Entonces los martes nos encontrábamos en las iglesias y teníamos ciertas iglesias donde nos metíamos. Por ejemplo la iglesia de la Piedad, que esta ahí en Bartolomé Mitre, de ahí nos echaban las mujeres atorrantas, esas viejas chupa sirios. La iglesia de Betania nos dejaba entrar.

- Claro, no es que iban a un cuarto especial de la iglesia. Entraban en la iglesia, ahí en los bancos.
Entrábamos como ciudadanas a rezar. La iglesia de la calle Paraguay, donde está la placita esa, nunca lo vimos al cura. Nos metíamos en la iglesia, nos poníamos como a rezar el rosario y el cura nos prendía la luz. La única prueba de apoyo que teníamos. En esa de Bartolomé Mitre, María Adela Antokoletz rezaba el rosario con una voz fuerte: “Creo en Dios, Padre todopoderoso, a las veintidós horas nos encontramos en “tal lado”. Creador del cielo y de la tierra. El miércoles a las diecinueve en “tal otro”. Creo en Jesucristo…” ahí, rezando el rosario decía donde nos teníamos que encontrar.

PAÑUELOS
“A fines del ‘77 en una marcha a Luján sacamos los pañuelos. Pero en la plaza no andábamos con pañuelos porque si nos veían con pañuelos… nos perseguían por la calle Florida. Un día con María Adela salimos de la plaza, sin pañuelo, pero ellos nos vigilaban, de civil por supuesto. Y entonces vamos a tomar el subte y vemos a dos monos con la bolsita de plástico, que ya nos dábamos cuenta, traían el arma en la bolsita de plástico, parece mentira. Nos metemos en el subte y los tipos saltan al subte.
- Estos nos van a cazar cuando salgamos de acá.
- Quedémonos en la puerta y en cuanto se abra la puerta y antes que se cierre tenemos que saltar del subte.
Una estación, otra estación, otra estación, llegamos a Callao. Saltamos las dos del subte, se cierra la puerta y los tipos quedaron adentro. A toda carrera, a toda carrera, arriba a tomar un taxi. Desparramarse enseguida.”

Las amenazas eran continuas para todas: a una cuando cruzaba Avenida de Mayo un tipo la enfrenta y le dice “te vamos a reventar.” A Otra, en Florida y Viamonte, la intentaron subir a un Falcón, se tira a la calle y grita, se salva porque había “muchos turistas”. Son algunos ejemplos. El ‘77 es un año difícil para las madres, inclusive para estar en la Plaza.
“En la calle Florida nos poníamos una peluca, sombreros, cualquier cosa. Nos perseguían.”, recuerda María del Rosario.

En el ‘78 “una señora que venía con nosotros… fueron a buscar al hijo.
No estaba el hijo, se llevaron al marido. Mientras tanto, una niña que tenía, de 14 años, se la llevaron a la pieza y la hicieron gritar. Se volvió loca la mujer pensando que la estaban violando. No, no la violaron. Era teatro para que la madre sufriera. Se llevaron al padre. Entonces que hizo la madre, se fue con el hijo al departamento de policía:
- Ustedes vinieron a buscar mi hijo pero se llevaron a mi marido. Mi hijo esta acá.
- Ahh… momentito, señora, vamos a tomar declaración.
Pasó una hora, dos horas.
- Señor, mi hijo estaba acá conmigo, pasó a declarar.
- ¿Acá? No, señora.
- Pero… me están negando… si yo vine con mi hijo, si yo lo traje.
Se volvió loca. Llegó a la casa y estaba el marido. Habían largado al marido. Reventado a palos y golpes, le dieron con todo. Te imaginas lo que pasó esa mujer, ¿podés pensar en tu cabeza lo que esa mujer sufrió? “Si le hicieron esto a mi marido por nada, que le están haciendo a mi hijo que militaba con los estudiantes.”

Un día, pasados tres meses, recibe un llamado telefónico. Una mujer. Le dice:
- Señora, ¿usted tiene un hijo desaparecido?
- Sí.
- Bueno, si quiere saber de él tiene que ir a esta dirección, bien temprano, antes de las siete de la mañana.
Allá se fue con el marido, era en La Plata. Era la casa de una policía de la Unidad 9, administrativa.
- Mire, hay cientos de muchachos detenidos, yo no puedo ayudarlos a todos, pero algunos me dan mucha pena, por eso la llamé.
- ¿Qué tengo que hacer para ver a mi hijo?
- Por ahora nada. Yo le puedo llevar, si usted quiere, chocolates, cigarrillos o medias. Es lo único que a mí me dejan entrar en mi cartera. Y en algún momento si puedo salvárselo se lo voy a salvar para que lo vea.

Creo que fue cinco o seis veces a La Plata, llevando chocolates, llevando medias, llevando cigarrillos para el hijo.
- No, señora, hoy no.

Como dos meses después le dice:
- Bueno hoy vaya a la Unidad 9 y vea al oficial “tal” que está de guardia, dígale que habló conmigo.

Va y el oficial de guardia le dice:
- Señora, hoy no lo puede ver, pero yo le voy a traer algo de su hijo.

Andá pensando todo el martirio. Va el oficial adentro y cuando vuelve le trae una tortuga hecha en miga de pan. Arriba de la tortuga estaba el nombre de la novia. No había dudas, era el hijo.
- Quiero verlo.
- No, señora, hoy no.

Otra semana más.
Hasta que una vez le dice:
- Señora, no lo va a ver. Pero vaya ya mismo al Ministerio del Interior y diga que lo vio. Que esta acá. Que se lo legalicen.

Salió como en helicóptero. Armó un quilombo de la gran flauta, “mi hijo está preso, yo lo he visto, me lo tienen que legalizar, me lo tienen que legalizar.”
Se lo legalizaron y a los dos años apareció y salió. Se fue a España, no quiso volver más a la Argentina.”

El 22 de agosto del ‘79 “pudimos hacer la Asociación de hecho sin fines de lucro. A partir de ahí se organizó la comisión directiva, viajamos a Europa. El primer viaje lo hicimos a fines del ‘78.”

Así es que Hebe de Bonafini, Elida Galleti y María del Rosario viajan a Estados Unidos, a la ONU, a la OEA y a la Casa Blanca. Luego surge la posibilidad de ir a ver al papa recientemente asumido.

“Hacía veinte días que había asumido el papa, entonces nos dicen los exiliados que había en Estados Unidos: “las mandamos a Roma, vayan a ver al papa.”
No teníamos plata. Y entonces juntaron la plata para los pasajes y nos fuimos para Roma. Nos esperaba el tío de un muchacho desaparecido que es músico. Y allí nos dieron un departamento vacío, un penthouse, en el último piso. Para dormir ahí, las tres. En el mes de noviembre allá es invierno. Sacamos una frazada que estaba colgada en la terraza, le pusimos un cartel que la frazada la teníamos en el último piso. Y dormimos en el piso. Con toda la ropa que llevábamos en la valija nos tapábamos y las almohadas eran las guías que había. Entonces nos consiguieron una entrevista con Pironio que era el Cardenal de Mar del Plata, estaba viviendo en Roma llamado por el papa. Tenía una foto de Mar del Plata en toda la pared, dice: “A mí me llamaban el obispo Montonero.” Tenía un perfume… no me olvido nunca, aristócrata.

Elida Galleti era socialista, nada que ver con la iglesia. Yo, hija de Gallegos Republicanos, mas bien que los curas los maten a todos. Eran las doce del mediodía, empezó a sonar la campana. ¿Te imaginas lo que era la campana del Vaticano? Una cosa impresionante.

Y se para el obispo y dice: “madres, es la hora del angelus, vamos a rezar.”
De rodillas las tres. Yo te juro que en ese momento pensé que dios vendría a ayudarnos. Fue un momento tan especial, tan especial, dije: “si estamos en Roma y suena el angelus, esta campana, y nos pide que recemos, Dios nos tiene que ayudar.”
Y nos arrodillamos, y yo no recé, pero ese momento de emoción no me olvido nunca.”

El cura aristócrata que por poco no fue papa les dio una tarjeta para ir el miércoles a la entrevista popular. “Es un teatro. Adelante sientan a los paralíticos. A nosotros nos desparramaron. Una por acá, otra por allá y por allá. A mi me tocó estar en el medio de la iglesia, pegada a donde entran los novios.
- Llega el papa, llega el papa.
En el papamóvil. Un carrito. Te digo: un polaco hermoso. Era joven en aquel momento. Vestido todo de blanco, subido en el carrito, sentado. Cuando empieza a ver la gente ya se baja y va caminado. Atrás de él, dos cardenales vestidos de rojo. Entonces la gente que estaba como yo, todos al borde, cuando el papa se acercaba lo agarraban y le ponían cosas en la mano, medallitas, versitos, cartitas, fotografías, anillitos, las cosas que lleva la gente de desesperada.

Yo tenía la foto de Azucena. Cuando pasa le agarro las manos, le digo: ¡UNA MADRE DESAPARECIDA DE LA ARGENTINA!
Hizo así con las manos. (María del Rosario muestra dos puños que se enfrentan y se tocan en los nudillos. No se abren las manos.) No la agarró. La puteada que le mandé, para adentro, terrible. Esa fue la visita al Vaticano.”

FERNANDO.
“Le faltaban cuatro materias para terminar. Trabajaba. Trabajó en el club del Banco Provincia de Vicente López y lo echaron porque se sumó a la huelga de los ordenanzas. Y le mandaron un telegrama de despido.

Y trabajó en una fábrica muy importante de San Isidro, de zapatillas. Ahí lo quisieron nombrar delegado. En el ‘72, estaba en contabilidad centralizada y había hecho una denuncia, todos los meses salía un cheque de 200mil pesos para Fernández. Y él quería saber quien era Fernández y no hubo aclaratoria nunca. Eran los servicios de inteligencia. De ahí también lo echaron.

Y cuando se lo llevaron estaba trabajando en la Fábrica Sasson Hermanos, fraccionadora de sidra. ¿Y sabés qué? Hizo un movimiento con los transportistas y los impulsó para pedir la partida de guantes, porque trabajaban con vidrios y se lastimaban las manos. Ahí era empleado administrativo.

“El día que la historia vuelva atrás yo no voy a estar pero sabés lo que van a contar de esta generación… muchísimo, muchísimo. Y todo lo habían aprendido porque un día hubo una revolución en Cuba. Un día leyeron a Marx, a Rosa Luxemburgo, que decía cómo había que manejar los capitales del estado para que todos sean felices, más o menos. Y un día Cuba se levantó y se sacó al monstruo de encima. Y después aparecieron los estudiantes en Europa e hicieron el mayo Francés, todo venía bien, venía bien. Pero el enemigo se preparó muy fuerte, y hoy estaban diciendo por radio que es tan grave el estado alimenticio del mundo que el gran capital se está dando cuenta de lo equivocado que estuvo. Entonces ¿para qué, para qué?

“La historia es muy larga, muy penosa. Y nada es lo que han sufrido ellos. Nada. Por eso a mí me da tanta pena que ahora esté todo tan light. Que la gente sea tan egoísta, que esté tan encerrada en su burbuja, que solamente salgan cuando les toca. Les tocó el bolsillo salieron los del año 2001, le tocó al campo salen ahora, todo el mundo sale por lo que le toca a cada uno. Y el mundo venía mal. Los chicos nuestros lo sabían. Y nosotras nos dimos cuenta después que se los llevaron a ellos que el mundo venía mal. Y nadie pensó en nada. Que razón cuando los chicos decían que del Sheraton había que hacer un Hospital de Niños. ¡Que idealismo, Dios mío!, ¿Qué quieren estos chicos, que quieren estos muchachos?, y hoy se mueren los chicos de hambre sin piedad, los padres no tienen trabajo, no hay techo. Solamente una parte de la sociedad vive enriqueciéndose a más no poder y comprando coches lujosos y paseando por todo el mundo y disfrutando de la plata que sacan y roban en todos los niveles. Que razón tenían nuestros chicos, que razón. Que mal les fue. Que mal les fue.”